12 agosto 2011

Carta abierta a los Profesores, Diego Gonzalez

Carta abierta a los académicos del Instituto de Historia UC

                                                                                      Jueves 11 de agosto de 2011

Estimados profesores del Instituto de Historia UC:

Escribo esta carta a título estrictamente personal. Su contenido expresa las opiniones surgidas desde un estudiante de Historia en la Universidad Católica, formado por sus cátedras, animado por sus múltiples sugerencias y estimulado en un entorno favorable para el estudio del pasado, la lectura y el pensamiento crítico. Me dirijo a ustedes, esta vez, para expresar una patente decepción. Si bien han existido declaraciones públicas de académicos UC expresando su apoyo al movimiento estudiantil y ciudadano, y en repudio a la represión de cuerpos de policía contra los manifestantes el pasado 4 de agosto, como historiadores del Instituto de Historia UC han mantenido un franco silencio. Y esta parsimonia incomoda, sobre todo a los estudiantes de Historia activos en el movimiento social. Conocemos los nombres de aquellos que han adherido a las declaraciones públicas; sospechamos quiénes son proclives a las demandas estudiantiles y quiénes no tanto; nos sorprende la quietud de tantos otros. Lo cierto es que, al menos para historiadores profesionales, no basta con discusiones de pasillo ni con declaraciones generales que los incluyan dentro de toda una amplia gama de académicos UC. Podría esperarse, dadas las serias circunstancias, un compromiso intelectual más profundo y decidido.
Como bien sabemos, el rol público y social de los historiadores en Chile no ha sido nunca un disparate. La disciplina histórica, atenta al devenir de los acontecimientos y rigurosa en su proceder, alcanzó un desarrollo notorio en nuestro país tras la fundación de la Universidad de Chile en 1842 y la creación de las “memorias históricas”. En esa escuela se formaron historiadores de la talla de Diego Barros Arana o Miguel Luis Amunátegui. Llamativo es que todos ellos conjugaban su investigación de archivo con una actividad política al servicio de la naciente república. Estaban comprometidos con un ideal liberal dispuesto a romper los esquemas tradicionales del periodo colonial y por esto escribieron relatos históricos acordes con la nueva legitimidad. Jugaron sus armas, pues, en la defensa de la historia republicana de Chile y estimaron el valor de la Independencia como un hito histórico fundamental.
La profesionalización de la historia en el siglo XX no terminó con este rol público y social de los historiadores chilenos. Muchos estudiantes iniciaron sus actividades ligados al campo político, desarrollando un pensamiento acorde con la realidad social que les tocó vivir. El pensamiento conservador tuvo sus luces en los años 40, cuando jóvenes estudiantes como Mario Góngora alzaban la voz desde las trincheras de la Acción Católica, o cuando Jaime Eyzaguirre vertía sus reflexiones en múltiples ensayos históricos. A mediados de siglo, el pensamiento marxista alcanzó un desarrollo importante en las universidades chilenas y una generación completa de historiadores conoció sus argumentos. De ahí, pues, la obra de Luis Vitale, Julio César Jobet o Hernán Ramírez Necochea. El periodo de dictadura militar y la posterior vuelta a la democracia en los años 90 vio en acción la labor de muchos otros académicos. Es patente el compromiso histórico y político de Gabriel Salazar, y en su opuesto, de Gonzalo Vial, así como de las interpretaciones del siglo XX surgidas en la misma Universidad Católica, en grupos de historiadores herederos de la metodología de Sergio Villalobos o la inspiración de Mario Góngora.
¿Hacia dónde voy con todo esto? Hoy es preocupante el estado de cosas en las humanidades y las disciplinas sociales en general. Añadido a los déficit de financiamiento en muchas instituciones se suma el descrédito de estas carreras en la sociedad de masas y consumo fomentada por el sistema económico impuesto en dictadura. Como si no fuera poco, en carreras como la nuestra reinan el exitismo, la competitividad y, no pocas veces, el más franco sectarismo. El rol académico es claramente una parcela de poder y los historiadores no han sido la excepción a este tipo de comportamientos. Ahora bien, retorna una y otra vez la misma pregunta: ¿Por qué estudiar historia? Y el discurso dado es más menos uniforme: es difícil que el pasado nos dé lecciones morales, que la experiencia nos prevenga o, aun más, nos prediga eventos futuros. La historia como magistra vitae es un “paradigma” de la Antigüedad. Pero sí que podemos estudiar el pasado para comprender el presente y, de este modo, proyectar nuestra acción futura. La historia podría, nos dice el discurso académico, otorgarnos ejemplos de reflexión crítica para pensar la sociedad, evaluar sus trayectorias y, en definitiva, ejercer la ciudadanía. No sería descabellado, bajo esta concepción, ver historiadores activos en los eventos contemporáneos que observan, no necesariamente manifestando su apoyo a movilizaciones, participando de éstas o adscribiendo a un discurso rupturista. No. Pero sí expresando su opinión mediante su mejor herramienta: la crítica intelectual y el discurso historiográfico; participación coherente, desde luego, con los principios valóricos o los ideales políticos de cada cual, pero principios al fin y al cabo. Esta participación, salvo remarcables excepciones, ha estado completamente ausente en nuestro Instituto.
La última inquietud, y quizás la más profunda, es una pregunta acerca de las señales del Instituto hacia sus propios estudiantes en relación con el tipo de historiadores o profesores que pretender formar. Posiblemente nuestro Instituto no sea una “escuela” con lineamientos doctrinarios distinguibles, tanto ideológica como historiográficamente. Más bien, prima un “prudente” eclecticismo y una multiplicidad de visiones. Dado esto, los estudiantes podemos apreciar el valor de la diferencia en un entorno plural y –casi siempre– tolerante. Es, en efecto, digno de alabo que no se produzcan hegemonías ideológicas al interior de Historia. Lo preocupante es que estas observaciones no sea hagan patentes desde las cúpulas del Instituto; que hoy, y dado el curso de acontecimientos, no se establezcan canales públicos de comunicación entre lo que pensamos los estudiantes y lo que piensan los profesores. Para muchos, hoy es una real incógnita la posición de la mayoría de los historiadores que nos han formado con respecto al movimiento estudiantil y ciudadano. Es necesario, a mi juicio, no una declaración conjunta a nivel de Instituto; bien sé que, dada su pluralidad –¿o comodidad?–, esto es más bien difícil. Importante serían, sin embargo, otros signos: declaraciones de grupos de profesores con posiciones afines, organización de foros y coloquios, invitaciones, en definitiva, a los estudiantes a pensar desde la historia las demandas ciudadanas que hemos pronunciado. Los estudiantes hemos hablado fuerte y claro. Y todo indica que la fuerza de este movimiento es inobjetable. Me parece que, así como hubo una reacción positiva cuando se quiso reducir las horas de historia en los programas curriculares de enseñanza básica y media, es tiempo de que los historiadores se pronuncien al respecto.
Esta exhortación nace desde el conocimiento histórico. Conozco la función que han tenido los historiadores en nuestra historia republicana y cuánto ésta ha enriquecido la reflexión pública acerca de Chile y su sociedad. Mal que mal, se ha dicho que Chile es un país de historiadores. Otros han advertido que, incluso, en Chile sobran los historiadores. Con todo, al ofrecer interpretaciones sobre los acontecimientos del pasado, los historiadores han tenido forzosamente que dejar los archivos y salir a la luz –para algunos, encandilante– de la discusión política. Han sido protagonistas de su historia contemporánea, actores de su tiempo. Y claro que han tenido algo que decir: no fue otro sino Jacob Burckhardt quien afirmó que la historia no nos hace más inteligentes para la próxima vez, sino sabios para siempre.

Atte.,
Diego González Cañete
Estudiante de Historia UC

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