27 enero 2011

Columna de nuestro S. ejecutivo publicada por elquintopoder.cl

Ceguera, arribismo y obsesión educacional

                                                                                           Por: José Tomás Labarca

 En el último tiempo, ha estado de moda la discusión en torno a la educación pública de nuestro país. Hay algunos que quieren quebrarla, otros que la defienden con manos y dientes y algunos que van fluctuando según la conveniencia del momento. Sin embargo, en Chile ni siquiera una buena base de educación pública nos brindaría un sistema educacional equilibrado. Si bien es el punto de partida hacia él, no debemos ser ingenuos y quedarnos sólo ahí. 

En la sociedad chilena, se tiene un afán cuasi inexplicable por llegar a la universidad. Es como si el que no tuviera un grado académico fuera inferior al que sí lo tiene, y es justamente esto lo que produce que tengamos “sobrepoblación” en algunas carreras (sicología, kinesiología, etc.) y gran cantidad de “cesantes ilustrados”. ¿Dónde han quedado las carreras técnico profesionales en nuestro país?

Lo que ocurre es que los chilenos nos caracterizamos por ser arribistas y por haber sido presa fácil del mercado (aquel que impulsa a la gente a matricular a sus hijos en universidades que distan mucho de cualquier ideal de universidad).Este podría ser el punto que nos muestre la puerta de salida del laberinto, más aun cuando las autoridades están viendo la necesidad de desarrollar, fomentar e impulsar el estudio de carreras no universitarias. Ahora bien, ¿Por qué es mejor ser sicólogo que un técnico calificado? Quizá porque existe la concepción de que psicología sería más rentable, cosa que no tiene demasiados fundamentos, puesto que estudiar 5 años en una universidad que, con suerte, está acreditada, pagando al rededor de 3 millones de pesos anuales, para luego no poder encontrar un puesto de trabajo acorde con lo invertido no es más conveniente que estudiar dos años con una inversión considerablemente inferior y una mucho más segura plaza de trabajo. El punto, entonces, está en la potencial remuneración de cada carrera.

Lo importante es abandonar el concepto de que las carreras técnico-profesionales están destinadas a jóvenes de escasos recursos, o a los intelectualmente incapacitados para estudiar en una universidad. Éste es un trabajo que debemos hacer como sociedad, atacar este problema cultural es el punto de partida para poder sacar a flote nuestra educación y, por lo tanto, terminar con la desigualdad que nos caracteriza como sociedad. Debemos hacer una valoración de esta vía educacional, para equiparar la brecha salarial entre los distintos tipos de programas terciarios de educación. Un técnico calificado no es menos necesario para la sociedad que un abogado, por lo que una remuneración 15 veces más alta para este último no se justifica por ninguna arista.

La educación técnico-profesional es simplemente un camino diferente de vida al cual las personas deberían poder optar sin dejar de lado sus intereses personales. Es aquí donde está el meollo del tremendo desastre que tenemos hoy en la educación. El banco mundial y la OCDE, por nombrar algunas entidades, ya lo han dicho. Se necesita, al menos, 500 mil técnicos calificados más en el país. Una vez que la sociedad chilena le dé la importancia que esta opción de vida merece, las universidades privadas, que simplemente engañan a nuestras familias, ya no tendrán cómo idear estrategias de marketing y tenderán a desaparecer, sobreviviendo sólo las que realmente entregan una educación de cierto nivel de calidad.

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