28 diciembre 2010

Columna profesor Joaquín Fermandois (El Mercurio)

Helmut y Fritz

No se trata de don Otto y su amigo Fritz, aunque todo parece chiste fósil. Sin desconocer la debilidad de nuestra formación matemática, la disminución de las horas de Historia contrapone arbitrariamente en la enseñanza dos reinos diferentes y complementarios de la vida. No es más que otro manotazo a ciegas, como decenas de "modernizaciones" en la educación en el último medio siglo. Salvo una pequeña minoría -casi toda fuera de las pistas por edad-, parece haber una vinculación invisible entre medidas como esta y la supina ignorancia en historia de nuestra clase política, incluso de la historia de su propia vida.
¿Dónde inspirarnos en este año del Bicentenario que se nos esfuma? Como no somos una isla, sino que desde 1541 vivimos un mundo, debemos avizorar grandes ejemplos. En enero se publicó en Alemania un libro, "Nuestro siglo", que contiene el protocolo de tres días de conversación entre el ex canciller Helmut Schmidt y el historiador Fritz Stern, que ha escrito extensamente acerca de historia cultural alemana del siglo XX. El primero, economista de origen, es el gran estadista europeo que descolló en los años 70. Después de Adenauer, me atrevo a insinuar que es el más grande político alemán del siglo XX, además de ser el más culto de todos. Socialdemócrata, muchos en la Democracia Cristiana (CDU) se preguntaban por qué no era uno de ellos, y en estas páginas explica qué puede hacer todavía la socialdemocracia. De 92 años (acaba de enviudar), le gusta provocar fumando repetidamente cuando aparece en televisión. Stern, judío-alemán de 84 años, debió huir con su familia en 1938 y llegó a ser un connotado historiador estadounidense, sin dejar de sentirse alemán.
Esta joya de conversación atraviesa épocas, situaciones y personajes: el antisemitismo alemán de antes de Hitler, el carácter de la sociedad alemana del XIX, las diferencias entre el funcionariado teutón, ayer y hoy un pilar del Estado, que en EE.UU. tiene un papel menor. Hablan mucho sobre los EE.UU. que ellos vivieron, y Helmut sigue siendo muy amigo de Henry Kissinger.
Por cierto, un lugar prominente lo ocupa el nazismo y su significado en la historia alemana, y el antes y el después en torno a él.
Ambos se quejan de la crisis de la tradición, sin la cual no puede vivir ninguna sociedad. A pesar de que sobresalen en conocimiento histórico, se suman al clamor universal porque en la misma Europa menos y menos saben acerca del pasado. Ni las perspectivas de la Unión Europea ni las lecciones de la crisis económica actual escapan a su interés, al pensarlas en su dimensión histórica.
De Helmut Kohl dice Schmidt que era demasiado provinciano, que perecía sin mayor gloria hacia 1988. La unificación, de la que fue el primer portavoz, hizo de Kohl un político de corte europeo. Ambos, Schmidt y Stern, coinciden -en muchas partes difieren en los matices, que es la verdadera fascinación en la historia- en que el antisemitismo entre el XIX y el XX era un fenómeno europeo; lo que particulariza al caso alemán desde el XIX es que en otros países hubo críticas al antisemitismo como expresión barbárica, mientras en Alemania, con pocas excepciones (Fritz señala al historiador Theodor Mommsen), esta disposición afectó a vastas capas, si bien ninguno de los dos acepta la tesis de que la eliminación de los judíos fuese un deseo esencial a la mentalidad alemana.
El libro reúne en un haz el hacer y pensar la historia, como la expresada por Helmut y Fritz. Crucemos los dedos por una traducción al español, cuya lectura para nuestra clase política sería un primer paso para la comprensión del último siglo -de nuestro presente, en suma.

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